Un mensaje borrado es más elocuente que uno enviado. Contiene todo lo que tú desees y lo contrario. Un sinfín de posibilidades. Y lo contrario. Es poesía pura, entre la imposibilidad de decir algo y de decir lo imposible. Es dejar la constancia de no haber dicho nada. O de haber preferido retener las palabras. Devolverte el mensaje a ti mismo. Qué se hace con lo no dicho y dónde se queda esto que ya no es de nadie. Elogiemos las palabras borradas, el no decir.
A veces las fronteras se deslizan o se confunden: basta con estar allí en aquel
momento. Yo presencié cómo le ocurría esto a un cuervo. Este cuervo es vecino mío. Jamás le he hecho el menor daño, pero tiene buen cuidado en mantenerse en la copa de los árboles, volar alto y evitar la Humanidad. Su mundo empieza donde se detiene mi débil vista. Ahora bien, una mañana, nuestros campos se hallaban sumidos en una niebla extraordinariamente espesa, y yo caminaba a tientas hacia la estación. Bruscamente, aparecieron a la altura de mis ojos dos alas negras y enormes, precedidas de un pico gigantesco, y todo se alejó como una exhalación y con un grito de terror como espero no volver a oír otro en
mi vida. Este grito me obsesionó toda la tarde. Llegué hasta el punto de mirarme al espejo, preguntándome qué habría en mí de espantoso…
Por fin comprendí. La frontera entre nuestros dos mundos se había borrado a causa de la niebla. El cuervo, que se imaginaba volar a su altura acostumbrada,vio de pronto un espectáculo sobrecogedor, contrario para él a las leyes de la Naturaleza. Había visto a un hombre que andaba por los aires, en el corazón mismo del mundo de los cuervos. Había presenciado una manifestación de la rareza más absoluta que puede concebir un cuervo: un hombre volador…
Ahora, cuando me ve desde arriba, lanza unos pequeños gritos, y yo descubro en ellos la incertidumbre de un espíritu cuyo universo se ha desquiciado. Ya no es, ya no volverá a ser jamás como los otros cuervos…
“Le matin des magiciens” – Jacques Bergier et Louis Pauwels
Entre mi sangre y el llanto
hay un puente muy pequeño,
y por él no pasa nada,
lo que pasa es que te quiero.
Le ciel est calme, le brouillard descend dans les rues, je suis calme, le champ cède son brouillard à la ville, le silence, le champ sourd et solitaire, il reste pensif, rêveur, je rêve aussi, j’ai froid, les contours des passants deviennent confus, brumeux, les toits accueillent des gouttes d’eau qui planent, le feuillage, l’écho des talons sur le pavé est atténué par le feuillage, il n’y a plus de passants, les rues engourdies coulent, j’ai toujours froid, ou c’est, peut-être, mon âge. Une voix fine s’éparpille sur le froid, résonne sur les toits, tombe sur le pavé, un oiseau orne l’air froid avec son collier de sons, des cristaux de gouttes d’eau, tout est immobile, je suis immobile, ma main, hier, une petite main jeune et chaude toucha la mienne, je suis effectivement âgé, mes mains sont laides et froides, la petite fille du boulanger, quelle tendre créature, quelle solitude, quel froid. Les chats réchauffent les toits au lieu de cheminées, les chats mouillés, je suis seul, les troupeaux errants, là, loin de la ville, sur le champ, les clochettes de ces bêtes, de précieuses bêtes, sonnent comme un chant religieux, calme, je reste calme et vieux.
– En imitant le monologue intérieur de “Les lauriers sont coupés”
– L’exercice pour la matière Poesía y Narrativa Francesas: Siglos XIX y XX, dirigée par Vicenta Hernández Álvarez
– Faculté de Philologie, Département d’Études françaises USAL
A-Sarah-Maycock-illustration
« Paris n’a pas changé. La Place des Vosges
Est, comme avant, je te dirais, carrée »
Aquella noche cantaban los pájaros. Su voz cautelosa fluía como un joven arroyo, casi murmurando, casi escondiéndose, casi ilusión. ¿Qué buscaban en la noche? Seguramente, tienen un menudo espacio iluminado, muy propio, imperceptible, donde canturrean, susurrando. Una lámpara entre las ramas, una luz silenciosa, para no agitar la noche, para no conmover el tiempo.
Los pájaros no cantan para la oscuridad.
“Mis ojos buscan eso
que nos hace sacarnos los zapatos
para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo
o inventar un pájaro para averiguar si existe el aire
o crear un mundo
para saber si hay dios
o ponernos el sombrero
para comprobar que existimos.”